Quito, Ecuador a 19 de marzo de 2008.
A LA OPINIÓN PÚBLICA MEXICANA E INTERNACIONAL.
NO DESCANSAREMOS HASTA QUE LOS CULPABLES DEL CRIMEN DE ESTADO PAGUEN POR LA MASACRE DE ESTUDIANTES MEXICANOS EL 1 DE MARZO EN ECUADOR.
El primero de febrero nuestros hijos llegaron por primera vez al Ecuador cargados de ilusiones y esperanzas. Iban a la mitad del mundo con la alegría de conocer este país, de aprender sobre el proceso democrático y la Asamblea Constituyente que aquí se construye. Viajaron para participar en el Congreso Bolivariano y hallar ahí a jóvenes latinoamericanos inquietos como ellos, sensibles y entusiastas por los movimientos sociales de nuestro continente. Ninguno iba a imaginar la suerte que correría. Luego de entrevistarse en las universidades ecuatorianas con estudiantes parecidos a ellos, de hacer entrevistas, de recorrer museos y las hermosas calles de Quito, primer lugar declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, llegaron a su destino, el Congreso Latinoamericano. En ese marco, ahora sabemos, alguien los invitó a conocer un campamento de las FARC donde se trabajaba por la paz y por el rencuentro de muchos colombianos con sus familias y sus hogares.
El 29 de febrero, sólo unas cuantas horas antes del bombardeo cuando el sol se apagaba, llegaron al campamento en tierras de la Provincia de Sucumbíos. Luego de cenar se fueron a dormir esperando al día siguiente para hacer las primeras entrevistas. Probablemente varios de ellos no despertaron, otros lo hicieron en medio del terror. Por dos ocasiones una lluvia de fragmentos de bombas expansivas alcanzaron sus cuerpos.
Los frondosos árboles, en lugar de escudos se convirtieron en armas de destrucción. El ejército colombiano volvió a la carga horas después, acompañados de helicópteros artillados descendieron sin respetar a los heridos, tiros por la espalda atestiguan esta crueldad.
La vida de nuestros hijos fue segada por armamento sofisticado de guerra y muerte. Se trató de la invasión ilegal al territorio de un país soberano, lo que constituye un delito sancionado internacionalmente, este acto fue reconocido por el propio presidente Álvaro Uribe y condenado ampliamente en el mundo, incluso por México. Ante las evidencias enormes de esa infamia nosotros nos preguntamos: ¿Por qué si nuestro gobierno condenó la invasión, no ha condenado consecuentemente los resultados de esta infamia? ¿Por qué no ha protestado enérgicamente por la muerte de cuatro connacioneles y las heridas sufridas por otra más? ¿Por qué no ha exigido el castigo para los culpables de múltiples delitos y de crímenes de lesa humanidad? ¿Será el silencio cómplice y la actitud servil ante el poder las que se impongan en México?
No podemos quedar callados, nuestra voz es el eco de millones de voces en México que reclaman justicia. Desde el presidente Uribe hasta los oficiales y el último elemento de tropa que participaron de esta cobardía deberán recibir el juicio que merecen Nunca imaginamos que volveríamos a nuestra tierra con las cenizas de nuestros hijos vilmente masacrados, con sus actas de defunción en las que se reconoce que fueron víctimas de bombas expansivas, tampoco pensamos que en Ecuador dejaríamos a Lucía postrada en una cama de hospital sin poder dar un paso.
Nuestros hijos, Soren Ulises Avilés, Fernando Franco, Verónica Velázquez, Juan González y Lucía Morett, jóvenes estudiantes destacados, son víctimas civiles de una de las mayores injusticias cometidas en la historia recientemente de nuestra América Latina. Poco a poco la selva amazónica ecuatoriana se recuperará. En la tierra horadada por manos criminales volverán a crecer árboles robustos, flores silvestre, hierba fresca; regresará el canto de miles de pájaros de multitud de colores, volarán mariposas por todo su cielo; millones de insectos retornarán y el murmullo de las aguas inundará todo de verde, de hermosos colores, y la vida, la vida por la que luchaban nuestros hijos, renacerá. Somos más fuertes que la infamia y la cobardía.
Las heridas en nuestros corazones no cerrarán nunca. Lucía perdió a cuatro de sus mejores amigos, nosotros a nuestros hijos y familiares queridos. Bastaron unos segundos y una orden criminal para desfigurar sus rostros; sus cuerpos sólo pudieron ser reconocidos por complicadas pruebas forenses: estudios de ADN, huellas dactilares, características dentales, a los que se sumó la mirada de una madre que pudo identificar el pié de su hijo. Sus cuerpos calcinados, destrozados, quedaron irreconocibles, pero, en nuestra memoria, y por siempre, serán los jóvenes inquietos y alegres que conocimos.
Mancharon los cuerpos de nuestros hijos de sangre, de esquirlas, de barro. No enlodarán la dignidad, la honradez y el nombre de estos jóvenes estudiantes, ni ensuciarán la nobleza de sus convicciones latinoamericanistas y su búsqueda por la patria grande. Vivirán en nuestra mente y nuestros corazones, su sangre fertilizará la conciencia de millones por un futuro mejor, y para que nunca más se repita ese acto de barbarie que nunca debió de ocurrir. Ellos tomaron camino confiados y ahora son víctimas civiles de un horrendo crimen de Estado. Los culpables un día tendrán que pagar, alguna cárcel alcanzará a quienes ahora desde el poder y la cobardía intentan justificar lo injustificable.
Agradecemos las muestras de solidaridad del hermoso pueblo ecuatoriano, la actitud resuelta y comprensiva de su gobierno. Aplaudimos la actitud valiente que desde México millones de compatriotas asumen para reivindicar el nombre de nuestros hijos y su derecho a la libertad, a pensar y actuar por una vida más digna y más humana.
Del gobierno mexicano esperamos que rectifique. Queremos informarles que el pasado 17 de marzo enviamos al presidente Felipe Calderón un video que muestra los cuerpos destrozados de nuestros hijos y de otros más que ese 1 de marzo dormían tranquilamente. Hacemos entrega a los medios de comunicación de ese material para que se conozca por todo el mundo la verdad. ¿Podrá alguien, desde una posición honesta, con esas dolorosas evidencias, seguir atacando a nuestros hijos y queriendo criminalizar a las víctimas?
La historia nos dará la razón. Iremos por la justicia, estamos armados con la verdad. Muchas gracias. Asociación de padres de hijos masacrados en Sucumbìos, el 1 de marzo de 2008.
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